Información adicional
Peso | 0.625 kg |
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Editorial |
Descripción
En el templo del cine, escribió alguna vez Godard, hay imágenes, luz y realidad. Paradjanov es el principal guardián de ese templo. Filmar es la verdad, dijo por su parte Paradjanov. La verdad, efectivamente, cae como un film; como peces en una bandeja, como el arroz en las cabezas del enamorado, como las aguas de una tormenta dentro de un templo. Hay una leyenda y un gesto de Serguei Paradjanov (1924 1990) que se volvieron identificables: el artista sometido y martirizado por el poder tiránico de un gobierno, pero también el enigma de un universo absolutamente personal que se halla instalado en el cruce de las culturas del Cáucaso. Esa poética, particularmente proclive a las correspondencias secretas y a los presagios, se hace deudora de la pantomima, el teatro arcaico, el mimo y la tradición oral. Genera una estructura fascinante que está atravesada por una lógica coreográfica y alegórica, por las actuaciones musicales y las escenas danzadas. Por Bizancio y el Islam, las miniaturas persas, el collage y los cuentos orientales. No hay repertorio formal y temático más rico y recóndito que el de Paradjanov, más singular que el de este georgiano de origen armenio: el ballet mecánico, el cuadro viviente, las marionetas. El gesto hierático en el retablo-mundo. La pietá, el sacrificio, los jinetes guerreros y los bestiarios, los querubines, la vendimia y la siembra, los espejos iluminados, los marcos de oro, los cantos, los enterramientos. La leyenda de Paradjanov tiene relación con un sustrato cultural antiguo y popular, una tradición que se desea retener y hacer revivir. Paradjanov, figura tierna y excesiva, como un Whitman del Cáucaso o un cuerpo juguetón y travieso al modo de Pan o Sileno, es un soñador y es un niño, capaz de traducir toda referencia antropológica y cultural en un sofisticado repertorio imaginario, un diálogo anacrónico entre músicas, sonidos, gestos, ceremonias, rituales y lenguas habladas o recitadas. La ley de la ofrenda, el gusto por el trueque definen también su concepción de las relaciones entre los hombres y los objetos. Fiel a esta ley, Paradjanov hizo de sí mismo un regalo para el mundo.