Información adicional
Peso | 0.232 kg |
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Editorial |
Descripción
Está compuesto de vivencias musicales, de experiencias momentáneas, de impresiones íntimas de escritor o de visitante de museos, de imágenes, pequeñas teorías y acontecimientos mimados en la conciencia. Son momentos interiores, instantes de lucidez, en los que se sustrae al tiempo práctico del escritor profesional y busca, por sí mismo, explicaciones largas, completas, pormenorizadas y claras.
En unos nos habla de la misteriosa ley literaria por la cual un escritor permanece horas ante un cerezo, a la vez que viaja por el fondo de su mente, descubriendo la secreta relación entre la verdad intelectual y la belleza de la naturaleza. En otros, denuncia la dolorosa cobardía con que los escritores mayores adulan a los jóvenes; o bien defiende el efecto benéfico que tuvieron para Dostoyevski los trabajos forzados. En sus escritos sobre pintura, desvela su admiración por Rembrandt, capaz de hablarnos de la esencia de sí mismo desde el fondo de su materia dorada, como si todos los cuadros hubiesen sido pintados en el mismo día en que fueron pensados. O bien, nos enseña la belleza que extrae Chardin de los instantes más insípidos y tediosos de nuestra vida diaria y de nuestros enseres domésticos, con esos melocotones mofletudos como querubines.
Proust nos habla de todas estas cosas en el momento en que se le revelan, como fogonazos iluminadores, que convierten naderías o cosas ya sabidas en descubrimientos privilegiados: como cuando refiere la misteriosa agitación que habita dentro de un árbol, con sus hojas prisioneras y soñadoras y las conversaciones entre los pájaros inquilinos. No hay ni una gota de dogmatismo ni un ápice de suficiencia, nada de frases hechas. A cambio, ofrece una sencillez admirable, una pureza de lo inmediato y un gusto por la exhaustividad, como para demostrarnos que su ansia de conocer no le cansaba nunca.