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Editorial |
Descripción
En La educación sentimental es todo una floración del arte por más que el autor solo pinte lo real. Con habilidad inmensa, y desde el suelo, imprime a todas las palabras que emplea una vibración tal que parecen caer desde una trompeta celestial. Émile Zola
Frédéric Moreau, un joven de dieciocho años que acaba de obtener el título de bachiller, vuelve a su casa en Nogent-sur-Seine, una pequeña ciudad a unos 100 kilómetros de París. Ha pasado antes unos días en El Havre, donde su madre lo ha enviado, «con el dinero justo», a visitar a un tío rico que espera que lo nombre heredero. En el barco conoce a una mujer que lo deslumbra, la señora Arnoux, casada con un marchante de arte y madre de una hija. Este encuentro determinará «la historia de un joven», como dice el subtítulo de la novela, en un lapso que cubre la monarquía de Luis Felipe, la revolución de 1848, la instauración de la Segunda República y el golpe de Estado de Luis Napoleón que llevará al Segundo Imperio. Habrá otras mujeres: conocerá el «alegre desorden» de las mantenidas tanto como «el mundo superior de los adulterios patricios». Tendrá amigos, que le salvarán o traicionarán. Y, aunque de hecho indiferente a todo menos al amor por la señora Arnoux, Frédéric es «hombre de los que caen en todas las debilidades» y se imaginará gran poeta o historiador, consejero de Estado, especulador financiero, rentista, diputado.
La educación sentimental (1869), que aquí presentamos en una nueva traducción de María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego, distó mucho, en su día, de alcanzar el éxito de La señora Bovary, pese a ser elogiada por George Sand, Émile Zola y Guy de Maupassant. De hecho, habría que esperar a la revalorización que hizo Marcel Proust para que entrara en el canon de lecturas flaubertianas. Hoy se considera una de las obras maestras de su autor, y una de las más autobiográficas.