Información adicional
Peso | 0.892 kg |
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Encuadernacion | |
Editorial |
Descripción
Montaigne es el hijo por excelencia del Renacimiento. Y de su padre, naturalmente, que se empeñó
en que la lengua materna de su hijo fuese el latín. De ese modo, el pequeño Michel a los seis años
leía las «Metamorfosis» en su lengua original, y uno después a Virgilio, cuyas «Geórgicas» admiraría
hasta el final. Estudió leyes en Toulouse; fue alcalde de Burdeos como su padre; leyó el
«Heptamerón» y hospedó en su casa a Enrique de Navarra; viajó por Suiza, Italia y Alemania, y dejó
un «Diario de viaje» que vio la luz doscientos años después. Tuvo un amigo, Étienne de la Boétie: su
amistad, como la de Niso y Euríalo, como la de Pílades y Orestes, ha pasado a ser figura y
paradigma. Los «Ensayos» es una de esas obras que puede figurar sin reparo en la biblioteca
esencial de la humanidad y nos reconcilia con ella. Montaigne aquel «bordelés escéptico», como lo
llamó Carpentier habla con la misma libertad y sensatez del conocimiento, de la razón o de la
tortura, que de las dimensiones (discretas) de su pene. No mitifica nada, todo lo mira con un
saludable escepticismo y cierta melancólica distancia, pues, dice él, «solo los locos están seguros y
resolutos»; un oportuno distanciamiento que le impedía caer en fáciles idolatrías. Incluso de las letras
escribe: «Téngolas en gran estima, mas no las adoro». Incluso de la razón »cántaro de doble asa,
que se puede agarrar por la derecha (continúa…)