Información adicional
Peso | 0.6 kg |
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Editorial |
Descripción
Beto De Volder abandonó el ambiente artístico en 1996. En lo que iba de la década, había ya participado de los espacios más relevantes para su generación. Pero, dentro de una escena que se estaba despidiendo de los últimos resabios del expresionismo y abrazaba la causa neoconceptual, De Volder de cansó de la exigencia de tener que justificar una y otra vez su trabajo. Retomó entonces el dibujo, que ya había aparecido en sus primeras obras para convertirlo en el núcleo de su producción. Este libro muestra cómo, a partir de ese momento, la línea de De Volder fue devorando sus referentes a medida que escapaba del papel y continuaba sobre vidrios o imanes, era calada en madera o proyectada sobre muros y paredes, e incluso se transformaba en aluminio para dibujar sobre el espacio, corporizada como objeto. La publicación se organiza a partir del esquema con el que el propio De Volder explica e ilustra su trabajo: un diagrama de conjuntos con el dibujo en el centro, como génesis de un sinfín de series y variaciones. Por su naturaleza expansiva y continua, el diagrama funciona a la vez como síntesis y llave del universo De Volder. El texto de Alberto Passolini que se incluye supone un hallazgo. Relaciona la obra de De Volder con el tango, y desvía así con elementos locales la tradición constructiva en la que se suele inscribir su trabajo. Un ensayo historiográfico de Isabel Plante recorre su trayectoria e identifica continuidades entre la producción de los años noventa y la actual. Por último, en un breve escrito, Santiago García Navarro descubre referencias figurativas en la obra de De Volder y cuestiona la dupla formalismo/contenidismo para dar cuenta del uso de la abstracción en artistas que iniciaron su trabajo en la década del noventa.